Un enfermo. ¡Doctor!

«Vital Aza en L. Lectura Alvaro Marín»

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Un doctor muy afamado que jamás cazado había, salió una vez invitado a una alegre cacería.
Con cara muy lastimera confeso el hombre ser lego, diciendo: es la vez primera que cojo un arma de fuego.
Como mi impericia noto me vais a tener en vilo. y dijo el dueño del coto: __doctor, este usted tranquilo; __Guillermo, el guarda estará colocado junto a usted: él es práctico y sabrá indicarle……… Así lo haré, dijo el guarda, pues si de conejos se trata ya verá, usted, doctor, las cantidades que mata. __Siga en todo mi consejo ¿Que el animal se presenta? pues yo digo: ahí va el conejo y usted tira y lo revienta. __Bueno, bueno, siendo así,,… __Nada, nada, tema usted; quietecito junto a mi, chitón y avisaré.
Colocóse tembloroso el buen doctor a la espera, cuando un conejo precioso salió de la gazapera.
__Ahí va un conejo, le grita el guarda. No vacilar! y el doctor se precipita, y pum! disparó al azar.
Y es claro; como falló diez metros de puntería, el conejo se escapó; con más vida que tenía.
El guarda puso mal gesto y rascóse la cabeza. Hubo una pausa y en esto saltó de pronto otra pieza.
__Ahí va una liebre, doctor, tire usted pronto o se esconde! Y pum! el pobre señor disparó … Dios sabe adónde!
Gasto en salvas sin piedad, los menos diez tiros, diez. Sin que por casualidad acertara ni una vez,
Guillermo que no era un bruto, sino un guarda muy astuto, dijo para su capote: __este doctor es un zote, al revés como un cangrejo;  mas ya sé lo que he de hacer! y al ver pasar un conejo corriendo a todo correr,
__doctor, exclamó Guillermo con rabia mal reprimida; ¡ ahí va un enfermo! ¡Un enfermo! y, ¡pum! lo mató enseguida.

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Doña Panfaga

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Según díceres públicos,
doña pánfaga hallábase hidrópica
o pudiera ser víctima
de apoplético golpe fatal.
Su exorbitante estómago
era el más alarmante espectáculo;
fenómeno volcánico
su incesante jadear y bufar.

Sus fámulos y adláteres
la apodaban Pantófaga omnívora
gastrónoma vorágine
que tragaba más bien que comer.
Y a veces suplicábanle,
ya previendo inminente catástrofe:
«señora doña Pánfaga; veáse el buche;
modérese usted».
Ella daba por réplica:
«¿a qué vienen sermones y escándalos?
Mi comida es el mínimum
requisito en perfecta salud!
Siéntome salubérrima
y no quiero volverme un espárrago,
un cínife ridículo,
un sutil zancarrón de avestruz».
Y prosiguió impretérita
la garbosa madame Heliogábalo
a ejércitos de víveres
embistiendo con ímpetu audaz,
hasta que, levantándose
de una crápula clásica opípara,
sintió cólico y vértigo, y..
«¡el doctor!» exclamó la voraz.
Teguófilo Farándula, protomédico
de ánseres y ánades
home-alópata-hidrópata-
nosomántico, cuatri-doctor,
con cáfila de títulos
y autógrafos sin número
declarando que él era el mejor;
gran patólogo ecléctico
fabricante de ungüentos y bálsamos
que al cántaro octogésimo
reintegraban flamante salud,
tal fue, según la crónica,
el llamado por posta o telégrafo
a ver a doña Pánfaga
y salvarla en aquel patatús
《iré al punto》respóndele,
y durante media hora dedícase
a cubrir con cosmético la calva senil,
pues, aunque vende un líquido
que al más calvo lo empluma de súbito,
nunca es lícito a un médico
emplumarse o curarse por sí.
al presentarse el pánfilo
daba lástima ver esa prójima;
mesas poltronas y cámara
retemblaban cual buque al vapor.
«Señora excelentísima, él le dijo,
aquí estoy a sus órdenes».
¡Ay! mi doctor Farándula,
repuso ella: ¡qué mala estoy yo!
Teguófilo._«Entendámonos: ¿a qué
causas remotas o próximas
su actual estado mórbido
y a aquel síncope debo atribuir?
En el análisis técnico lo que
usted llama pecho o estómago;
tal vez hoy en su régimen
tuvo Usted un ligero desliz».
Pánfaga._ «¿En la bucólica? No doctor,
nunca tuve el más mínimo;
soy sobria anacorética,
con mi mesa ayunará un ratón;
pero el miércoles último fuíme
a pasear; el céfiro estaba húmedo,
y quizá me ha inflamado un pulmón».
Teguófilo._«Permítame toco el pulso
y consulto el cronómetro…
¡Hum! fiebre de mala índole,
grave plétora crece veloz!
¡A ver la lengua! ¡Cáspita!
Nunca he visto más diáfanos síntomas:
tragazón troglodita,
tupa bárbara, hartazgo feroz».
Pánfaga._«Abate, pécora, matasanos,
gaznápiro, empírico,
que con tales andróminas
faltas cínico a dama gentil!»
Teguófilo._ «Harto pésame pero tengo
que ser muy explícito;
mi conciencia, mi crédito,
mi amistad me lo ordena así.
Más tengo un específico
infalible en extremas análogas,
el nostrum curapáparos,
fruto de años y estudios sin fin,
quintaesencia de innúmeras,
y aún incógnitas, plantas indígenas,
y de cuantos artículos
ha enfrascado jamás botiquín.
De este líquido álgido
cada escrúpulo cuesta dos águilas
que ante omnia y en metálico,
me hará usted el favor de pagar,
pues óigame el catálogo
que incluye mi fórmula y dígame
si a crédito o de bóbilis puédolo dar.
Mézclanse: ácido prúsico, asafétida,
fósforo, arsénico, pólvora, sándalo,
coloquíntida, tragorígano, asarabácara,
cantáridas, nuez vómica, sal catárlica,
sen, boldo, arménico, ruipóntigo,
apobálsamo, apopónace, sémola,
mandrágoras, alumbre y sandáraca.
Cañafístula, zábila, ésula, ámbar,
calcio, sucínico, alúmina, eléboro,
opio, acónito, lúpulo, argémone,
cánfora, álcali, gálbano, tártaro,
ánime, pímpido, albúmina, yúyuba
alcohol etílico, ínola, ásaro, astrálago,
ísico, láudano, anémone, muérdano».
«Agógolo, tusílago, ácula, íride,
azúmbar, betónica, elíxir paregórico,
madréporas, éter, almáraco, aurícula,
sarcócola y crisócola con dorónica
y flor de verónica, árnica, zinc,
ranúnculo, dracúncula, emplasto
géminis, guaco sanícula».

Júntense por hectogramas
estas sustancias, ad libitum,
y en cataplasmas, cáusticos, baños,
píldoras, cápsulas glóbulos,
sinapismos, apósitos, gárgaras,
clísteres, bálsamos, pócimas,
aplíquese, inyéctese, úntese,
tráguese, sóbese y friéguese.


«Oiga, pues señora, el pronóstico:
in artículo mortis no hay jácaras;
pague y trague este antídoto
o me marcho a otra parte con él.
Esta usted en las últimas;
ya lamento su trágico término.
Pánfaga, amada Pánfaga! Oh! dolor;
Oh! espectáculo cruel!».

La gálofre, la adéfaga oyó
al fin tan patéticas súplicas;
bebió hectolitros, múcuras;
hizo gárgaras, vomitó, se sangró.
Etela, dijo el físico,
ya está fuera de riesgo; ¡qué, júbilo!
Pero… La erró el oráculo:
a los cinco minutos murió!
Fueron sus honras fúnebres
solemnísimas, largad, espléndidas,
con dobles kirieleisones
gran sarcófago, séquito, ático;
melancólica música la condujo
a la umbrosa necrópolis
y allí, ciegos de lágrimas,
le entonaron responso final.
Mil rasgos necrológicos
mil sonetos y párrafos lúgubres,
mil láminas y pésames
dió la prensa en tan triste ocasión.
y hoy, con dolor de estómago,
léese aún en su lápida el rótulo;
Yace aquí doña Pánfaga;
véase en este espejito el glotón.

Mesas para personas de cuatro patas

« en L. Lectura Alvaro Marín»

restaurant-336660_1280Venga usted, le dijo el dueño del almacén al primer empleado que tuvo a la vista. Necesito que me redacte un aviso.

__¿Redactar? A mi se me ha olvidado por completo.

__A ver usted, entonces.

__Bueno, contesta el otro. En cuanto a redacción lo hago muy bien. Pero no garantizo la ortografía.

El jefe empieza a poner cara agria. Y se dirige a la mecanógrafa, quien parece muy ocupada en su escritorio:

__Redácteme, por favor, señorita un aviso.

__¿Yo? si de lo que se trata es de copiar, estoy lista. Pero hacer un aviso… francamente no sé.

__¿Qué se ofrece? pregunta acercándose un joven muy acicalado y con prematuros humos de gerente.

__Redactar un aviso responde el jefe. Hágalo!

Y apareció en la vitrina en la siguiente forma:

Gran realización

Aproveche

Relojes de oro para caballeros de dieciocho quilates; calzado para señoras de charol; pulseras para señoritas de plata; sombreros para niños de paja; relojes para estudiantes con tres días de cuerda; cintas para damas multicolores; tirantes para hombres elásticos; trípodes para pintores de madera; delantales para amas verdes de casa; chompas para chóferes de cuero; asientos para empleados cómodos; mesas para personas de cuatro patas.

El aviso fue colocado en la vitrina principal. la gente miraba con curiosidad se reía y proseguía su camino.

Un amigo del dueño del almacén le hizo notar los disparates y él muy enojado, exclamó:

__Por lo visto aquí nadie sabe redactar un simple aviso. ¡Miren en la vergüenza en que estamos!

__Mañana mismo, agregó encontraré un profesor para que en horas extras venga hasta aquí a darles unas clases de gramática y les deduciré del sueldo el precio del servicio.

__¿Y al alcalde quién lo ronda? murmuró a lo lejos uno de los aludidos.

__Qué quiere decir usted con eso? preguntó él, entre curioso y colérico.

__Que el dueño también necesita que le refresquen sus conocimientos de castellano.

__¡Valiente descubrimiento!, replico él. ¡Pues claro! ¡El primer matriculado en ese curso voy a ser yo!.

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Balada de los buhos estáticos

«León de Greiff»

tawny-owl-175969_1280La luna estaba lela
y los búhos decían la trova paralela!
la luna estaba lela, lela
el lelo jardín del aquelarre.

Y los búhos, decían su trova,
y arre, arre, decían a su escoba
las brujas del aquelarre.

Y los búhos tejían la trova paralela,
y la luna estaba lela,
y en la avenida paralela
las brujas del aquelarre
torvas decían: arre, arre,
escoba, escoba del aquelarre!

El padre de los búhos era un búho sofista
que interrogó a los otros en modo modernista
los búhos contestaron, contestaron la lista,
y eran seis bellos búhos plantados en la rala
copa de un chopo calvo. Y el prior agita el ala
y al instante se inicia la trova paralela;
trova unánime y sorda, extraña cantinela
que colocan los búhos ordenados en la fila.

El búho más lejano su voz de flauta hila…
el que le sigue canta como piano de cola,
un otro es la trompeta, y entre la batahola
se acentúa el violín, y todo el coro ulula
la macabra canción que el conjunto regula.
la luna sigue lela, lela,
y sigue la trova paralela.

II

Ya se ha ido la luna.
Ya los búhos cesaron la trova inoportuna:
el jardín ha nacido con el alba radiosa;
el estanque palpita; nada, nada reposa.

Los niños triscan, triscan por el jardín florido,
y las aves ensayan su arrullo desde el nido!
Los estáticos búhos huyeron de la extraña
lumbre de sol que todo lo falsifica y daña.
Los estáticos búhos huyeron, y en su hueco,
oculto entre las ramas del chopo calvo y seco,
aguardan el exilio del sol que adula y finge,
que ilusiona y que irisa, y aguardan que la esfinge,
__la muda y desolada y la fría__ la luna,
se venga por la noche, se venga lela, lela,
para decir de nuevo la trova paralela.

Un curioso testamento

« en L. Lectura Alvaro Marín»

hand-325321_1280Cuando el envejecido don Justiniano Leal entró en la notaria,
los empleados y las gentes que en ese momento estaban ahí suspendieron sus gestiones y lo miraron de arriba a abajo, con gran curiosidad. Se sabía que era un hombre rico, solitario y un tanto excéntrico en su manera de pensar.

__Vengo a dictar mi testamento, dijo con voz fuerte con intenciones de ser oído por todos.

El notario lo miró, tomó un lápiz y calmadamente le respondió:

_Estoy para servirlo, señor Leal. Puede principiar cuando quiera.

__Advierto, replicó don Justiniano, que mis únicos herederos son cinco virtudes.

__¿Virtudes dice usted?, comentó el notario. Las virtudes no son personas y por lo tanto no pueden ser designadas como herederas.

__¡Ah, Y un perro, agregó don Justiniano, sin tomar en cuenta la observación del notario.

__Cinco virtudes y un perro.? exclamó el notario. Ahora entiendo menos, don Justiniano.

__Me explicaré mejor, señor notario. Yo sé que las virtudes no son personas y por lo tanto….

__Y por lo tanto no podrán figurar en su última voluntad señor Leal.

__Así es. ¿Pero si esas virtudes están encarnadas en personas?

__¡Ah! Eso es otra cosa don Justiniano. ¿Pero el perro?.

__A su tiempo se enterará mejor de lo del perro, si usted tiene paciencia de copiar con exactitud lo que le voy a dictar.

__Puede usted empezar, don Justiniano, Dícteme despacio y muy claro, por favor.

Y don Justiniano le dictó al notario el siguiente testamento.

__Yo, Justiniano Leal, comerciante retirado, habiendo cumplido con todos los requisitos legales que se necesitan para otorgar testamento y estando en pleno uso de mis facultades mentales, declaro que la totalidad de mi fortuna que consiste en la suma de un millón de pesos, depositados en los bancos de la ciudad, se distribuya entre las siguientes virtudes.

__Virtudes nó don Justiniano

__Insisto en que lo que trato de premiar son virtudes, manifestó impacientemente don Justiniano.

__Está bien. Puede continuar, replicó el notario.

__Decía que entre las siguientes virtudes, encarnadas en las personas que a continuación expreso

__Un cuarto de millón o sea la suma de doscientos cincuenta mil pesos, debe entregársele a la señorita Irene Rosillo porque cuando hace muchos años fuí detenido injustamente por la policía acusado de un delito que no había cometido, creyó en mi inocencia,, no me abandono y estuvo lista a presentarme cuantos servicios fueran necesarios. Me hizo conocer la bondad.

El notario levantó la cabeza un momento, le dió una rápida mirada a don Justiniano y volvió a agacharse.

__Deseo que el segundo cuarto de millón sea puesto en manos de Lisandro Martínez, albañil de profesión, porque la mañana de un domingo, en un parque, dónde él paseaba con sus hijos pequeños, me dió un síncope y el corrió a socorrerme, después de que le encargó sus niños a una señora; me condujo a una droguería cercana, pago de su bolsillo los remedios y luego me llevo en un taxi hasta mi casa: supe qué es la confraternidad.

__Le parece que voy bien señor notario? pregunto don Justiniano, después de un breve acceso de tos.

__No tengo ninguna objeción que hacer hasta ahora, señor Leal. Figuran en su testamento dos herederos la señorita Irene Rosillo y el señor Lisandro Martínez.

__Y dos virtudes señor notario: bondad y confraternidad.

__Muy bien, don Justiniano. Le ruego continuar.

__Debe entregársele igual suma, es decir, doscientos cincuenta mil pesos, a la señora María Carmen Garnica, propietaria de una fonda en la plaza de mercado, porque una vez que me acerqué a su modesto y popular establecimiento le pedí un caldo; ella me tomó por un mendigo y no me quiso cobrar, hecho que repitió siempre que, ocasionalmente, fuí hasta allá. Entendí qué es la caridad.

__El último cuarto de millón debe entregársele al señor Basilio Eduardo Torres, porque en mi última enfermedad, en el hospital, nos correspondió compartir el mismo cuarto y él olvidándose de sus propias dolencias, se levantaba a atenderme. Me dió una clara lección de lo que es la generosidad.

__Completamos así el millón, ¿no es verdad señor notario?

__Efectivamente señor Leal. Queda distribuido entre cuatro personas exactamente, pues cada una de ellas recibe doscientos cincuenta mil pesos.

__Entre cuatro virtudes, expresó con voz firme don Justino: bondad, confraternidad, caridad y generosidad. Y ahora, continuó, deseo completar mi testamento.

__Lo oigo con mucha atención, manifestó el notario.

En este momento don Justiniano asumió una dramática actitud, tratando de llamar aún más la atención de quienes ahí estaban.

__Por último, es mi voluntad que estas cuatro personas recojan y cuiden, por turnos, un perro sin dueño que diariamente recorre lis alrededores de la carnicería, cerca de mi casa, donde pueden, identificarlo por el nombre de 《chacho》. Me acompañaba en mis pasos de enfermo y por él conocí lo que es la verdadera amistad.

__Vuelvo a preguntar: ¿esta todo correcto señor notario?

__Creo que sí, don Justiniano, pues nada le impide legalmente disponer de su fortuna como le parezca. Mi obligación es guardar este documento en su respectivo sitio para que, llegado el momento, se proceda de acuerdo con sus deseos. Pero quería hacerle una pregunta y sus parientes?

__¿Parientes? No los tengo, Mis padre y hermanos murieron hace ya bastante tiempo!
Y dicho esto, solemne y satisfecho, don Justiniano se despidió del notario y se alejo.

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El hombre que se arrepintió de su invento


« en L. Lectura Alvaro Marín»

cartoon-145337_1280Destrucción, muerte, guerra! En alguna de estas cosas, o en todas pensamos cuando llega a nuestros oídos la palabra dinamita.
      Y es probable que al mencionarla o leerla no nos acordemos, ni aún sepamos, el nombre del químico genial que puso en manos de la humanidad el más terrible elemento de destrucción conocido, hasta antes de la actual era atómica.
Alfredo Nóbel, industrial sueco, fué el inventor de la dinamita cuando tenía treinta tres años de edad., en 1886.
      Nóbel odiaba la violencia en todas las formas. Decía que las únicas batallas que era preciso ganar debían ser contra la ignorancia y la miseria y las enfermedades. Y sin embargo, sin así quererlo, suministró a los hombres un elemento brutalmente destructivo.
      La pasión por los inventos y el deseo de llegar a ser un líder en el mundo de los negocios, impulsaron asidua y permanentemente a Nóbel al estudio de las ciencias experimentales. Era hijo de un hombre de reconocido mérito científico y había crecido al igual que sus hermanos, en ambiente de laboratorios, ensayando sustancias, muchas de ellas terriblemente peligrosas.
      Pero Nóbel no tuvo otro pensamiento, cuando afanosamente trataba de encontrar la fórmula de la dinamita, que descubrir algo que facilitara la construcción de ferrocarriles puentes, carreteras y grandes obras de ingeniería. Al mismo tiempo se aliviaría pensaba, la tarea de los obreros cuya vida se agotaba, al tratar de abrir brechas en las duras rocas. La pólvora servía a medias pues su fuerza expansiva resultaba débil. Es verdad que ya la familia Nóbel tenía la patente industrial de la nitroglicerina, pero su uso práctico era casi imposible, pues se aplicaba en forma líquida y estallaba al menor choque.
      En el curso de un experimento, su hermano menor Oscar y otras cuatro personad quedaron destrozadas. Y como resultado del espanto que le produjo una explosión, su padre quedó paralítico. Pero estas desgracias, que con seguridad hubieran desalentado a otro, no desanimaron al joven inventor sueco. Estaba él llamado a iniciar una nueva etapa en el desarrollo científico de la humanidad.
      Un día de 1886, Alfredo Nóbel notó, al entrar en su laboratorio, que un poco de nitroglicerina goteaba de un recipiente averiado y caía sobre una especie de greda espesa que había al pie. La greda absorbía la nitroglicerina y formaba una sustancia pastosa. Por el cerebro e Nóbel pasó como un rayo a idea de que esa podría ser la fórmula que él buscaba, es decir que la nitroglicerina fuera absorbida y retenida por otra sustancia para que, en esta forma, solamente estallara al recibir el fogonazo de un fulminante, Así su poder destructivo se aumentaría como jamás se había pensado, y se podría manejar sin peligro.
      Nóbel perfeccionó el experimento y lanzó al mercado el nuevo producto. Recibió el nombre de dinamita.
      Fundó poderosas fábricas y el dinero empezó a acumularse en sus manos en forma gigantesca. Se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo.
      Pero al darse cuenta que el producto comenzaba a utilizarse para destruir la propia humanidad, en espantosas batallas y de que los gobiernos seguían almacenando fabulosas cantidades con fines agresivos, la tristeza se apoderó de su espíritu. 《Yo debí morir en la cuna》exclamó un día, lleno de amargura. Y de ahí en adelante, melancólico y solitario, iba de país en país, en busca de repiso para su atormentado espíritu.
      Lo embargaba la idea de cómo, en que firma, podría reparar, siquiera en parte, el daño involuntario causado por él a la especie humana.
      Y al final de sus días creó una gran recompensa en dinero que se conoce con el nombre de «Premio Nóbel», en favor del estadista o intelectual que en ese año haya luchado más por la paz. Quiso demostrar así, una vez más, su odio a la guerra. También estableció premios para los mejores trabajos en química, física, medicina y literatura.
      El nombre de Nóbel se repite todos los años, no tanto en relación con la dinamita sino asociado a las extraordinarias personalidades que afanosamente luchan por la paz, en todo el mundo.

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Candido Buenasuerte

« en L. Lectura Alvaro Marín»

Hay tontos serios: no se ríen y andan por ahí con su cara
solemne. Hay tontos furiosos. Hay otros que no son ni serios ni furiosos; son simplemente tontos.
Pero hay también tontos optimistas. Para ellos todo cuanto les ocurre, aún lo peor, es en su propio beneficio. Así era uno llamado Cándido Buenasuerte. que vivió, según se dice, hace mucho tiempo.
Cándido había trabajado al servicio de un amo muy exigente durante siete largos años.
horse-473093_1280__Ha terminado el tiempo que convinimos en que os serviría, dijo un día Cándido. Ahora quiero regresarme a mi casa al lado de mi madre.
__Siento que te vayas, le contestó él y le entregó un pedazo de oro tan grande como su cabeza.
Cándido lo envolvió en un pañuelo, lo amarró a la punta de un palo y se lo echó al hombro.
,Pocas cuadras había caminado cuando se encontró con un jinete
__¡Qué envidia éxclamo Cándido. ese señor a caballo y yo a pie.
El hombre lo oyó, se detuvo y preguntó qué llevaba al hombro.
__Un abultado pedazo de oro, respondió Cándido.
__Te propongo una cosa, manifestó él. Te cambio mi caballo por la piedra esa de oro ¡Verás que gran negocio haces!
__Por supuesto, exclamó Cándido. No se me había ocurrido. ¡Que buena suerte la mía!
Se apeó el caballero y se monto Cándido.
Pocos metro adelante el animal boto a Cándido por las orejas, en presencia de un campesino que hacía esfuerzos por conducir una vaca.
__No sabía que eso de montar ofrecía tántos peligros, exclamó Cándido. Nunca lo volveré hacer. Tú si posees un buen animal, se puede caminar a su lado tranquilamente y, además da leche.
__Si tanto te gusta, te cambio ese caballo ensillado por la vaca, propuso el campesino.
__Aceptado, se apresuró a decir Cándido. Es un gran negocio para mí, indudablemente. Cuando tenga sed dispondré de leche ¿Qué más le cabe ambicionar a un mortal?
Llevando la vaca de cabresto, con mucho trabajo, al fin llegó a la posada y se dispuso a ordeñarla. Pero el animal le disparo tal patada que fue a dar contra el tronco de un árbol.
__Malas mañas tienen las vacas viejas, anotó el dueño de la hospedería. Esa ya nunca te dará leche. Para lo único que puede servir es para el matadero.
__Bueno comentó Cándido. A mi la carne de vaca no me gusta si fuera de cerdo?..
__Yo siempre estoy dispuesto a hacer un favor, manifestó el otro. Te doy un cerdo a cambio de la vaca.
__Gracias, dijo Cándido. ¡Trato hecho!
Qué buena estrella la mía, pensaba Cándido. Tan pronto se me presenta un problema aparece la solución.
Siguió Cándido con el cerdo hacia su casa. Al poco andar lo alcanzó un muchacho que llevaba un ganso al mercado. Cándido le refirió todos los buenos golpes de fortuna que había tenido desde que recibió el pedazo de oro. Su ocasional acompañante se dió cuenta rápidamente de la inteligencia de Cándido y le dijo:
__Oye: en el pueblo de donde vengo se robaron un cerdo y el alcalde ha enviado policías en busca de los ladrones. No me extrañaría que fuera el que tú llevas, en esa carreta.
__¡Ayúdame suplico Cándido. Te cambio el cerdo por el ganso.
__Eso es mucho riesgo, afirmó el muchacho, pero sea, por hacerte un favor.
Y apoderándose de la carreta se alejó rápidamente con el cerdo.
Adelante, al pasar por un pueblo, con su pesado ganso debajo del brazo, tropezó con un afilador que daba grandes voces , para que las gentes se acercaran a hacer afilar sus utensilios caseros.
Cándido se acercó al hombre con la boca abierta.
__¡Cómo me gusta tu piedra de afilar! le dijo Cándido.
__Es maravillosa respondió él. Yo no sé qué sucede, pero a un afilador nunca le falta dinero. Muchas veces mis bolsillos son insuficientes para guardarlo.
__Si me la cambiarás por este ganso harías de mí el ser más feliz de la tierra, le dijo Cándido
__Podrías encimarme algunas monedas porque en este negocio, bah! ¡tú sales ganando!
__Desgraciadamente no tengo ni un céntimo, replicó Cándido; pero considero muy justa tu propuesta.
El hombre se apoderó del ganso y, entregándole una piedra que tenía guardada, le dijo:
__Es mejor, mucho mejor que la mía! Más grande, reluciente y bonita,. Y, además, la puedes utilizar para enderezar clavos viejos y torcidas, colocándola sobre una base firme, cuando te provoque.
__Ya Cándido Buenasuerte continuaba su camino cuando oyó que lo llamaba.
__Un momento le gritó el afilador.
Cándido se regresó.
Y el hombre, levantando, una pesada piedra que estaba tirada en la calle, le dijo:
__Llévate también esta otra. Te será tan útil como la primera.
Cándido Buenasuerte agradeció con varias venias tan señalada benevolencia y, como pudo, se las arregló para seguir hacia su casa, ya a pocos kilómetros de distancia.
Poco rato después de Cándido casi no podía caminar, agobiado por el peso de las piedras. Además, tenía una sed horrible.
Se acercó a un aljibe para mirar desde arriba cómo podría extraer un pico de agua, y al tratar de colocar las piedras en el muro, o brocal, hizo un movimiento brusco y ambas cayeron al fondo, con gran estrépito.
Cándido se quedó pensativo por breves momentos y luego murmuró:
___Qué de buenas soy yo! En realidad esas piedras pesaban mucho.
Y, silbando, echó andar, camino de su casa donde lo aguardaba madre. Ella, por ser su madre, escuchó pacientemente el relato de sus aventuras, lo miró de arriba abajo con compasión y no le dijo nada.

Y hasta su muerte, así fue

Cándido Buenasuerte.

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Los tres hijos del rey

«en L. Lectura Alvaro Marín»

Tres hijos tenía un rey moro y, próximo a su muerte, no sabía a cual debía designar para sucederle en el trono.

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Los príncipes vivían fuera de la capital, en un magnífico palacio. En cierta ocasión el rey resolvió pasar por la noche allá. Antes de acostarse llamo al mayor y le dijo que deseaba salir al día siguiente a pasear en su compañía, por esa razón le pedía despertarlo muy temprano.

El presunto heredero se quedó dormido y fue menester que el propio rey mandara a uno de sus criados en su busca.
Cuando se presentó en la alcoba de su padre éste le dijo:
__Díle al camarero que me traiga la ropa.
Salió el príncipe y le comunicó al camarero la orden.
__¿Qué ropa quiere el rey. replicó el camarero.
Volvió a preguntarle que ropa quería.
__Quiero la aljuba manifestó el monarca.
¿Quiere la aljuba, regresó el príncipe a decirle al camarero.
__¿Cuál de ellas? anotó el camarero.
Regreso de nuevo el príncipe y le preguntó a su padre qué aljuba deseaba.
__La verde bordada con rosas, respondió él.
__La verde bordada con rosas, repitió el príncipe al camarero.
__Ahora traedme las botas, ordenó el rey a su hijo.
__Ahora desea las botas, manifestó nuevamente el príncipe, de regreso donde el camarero.
__¿cuáles botas? pregunto éste.
Volvió el príncipe donde el rey y le preguntó:
__¿Cuáles botas?
__Las de cordobán, respondió él.
Por fin, después de estas y muchas otras idas y venidas, el rey se vistió.

A continuación el rey le dijo al príncipe:

__Dile al caballerizo que ensille al caballo.
Salió el príncipe a llevar la razón. El caballerizo le pregunto:
__¿Cuál caballo?
__¿Cuál caballo? vino a preguntarle el príncipe al rey.
__El caballo negro, manifestó el rey
Salió de nuevo el príncipe y le dijo al caballerizo:
__El caballo negro.
__¿Qué silla le pongo? preguntó el caballerizo.
__Que silla desea que se le ponga? se presentó a preguntar de regreso, el príncipe al rey.
__La de cuero tunecino, dijo él.
__La de cuero tunecino, repitió el príncipe al caballerizo

Hubo aún de volver a preguntar por el freno, por la espada, por las espuelas y por la escolta que lo acompañaría.

Cuando todo estuvo listo, el rey manifestó a su hijo que ya era tarde para salir; que fuera él por la ciudad, se fijara mucho en lo que viera y, de regreso, le rindiera un informe verbal.

El príncipe montó a caballo y, al son de clarines y timbales, con muchos pendones y estandartes, se dirigió a correr las calles.
Por la tarde manifestó a su padre que todo estaba muy bien.

El monarca regresó a su palacio. Diez días después volvió a visitar a sus hijos. Llamó al segundo hijo y le dijo que deseaba salir a dar un paseo en su compañía por lo cual le pedía el favor de estar listo al amanecer.

Con su segundo hijo le ocurrió, punto más, punto menos, como con el mayor. El rey regresó nuevamente a la capital.

En el tercero y último de sus viajes, antes de entregarse al sueño, hizo a su hijo menor la misma recomendación que a los dos anteriores, Oyó él con mucha atención cuanto dijo su padre y se retiró.

Al día siguiente, antes de que el monarca despertara ya estaba él al pie de su cama, esperando a que el reloj señalara la hora convenida.

El rey le ordenó que pidiera al camarero llevarle la ropa. El más joven de los príncipes le preguntó detalladamente lo que deseaba ponerse, desde la camisa al capellar, del turbante a las babuchas y en picos minutos todo estaba al alcance de su mano.

Lo mismo que las veces anteriores, el soberano le dijo que alistara el caballo. El príncipe se informó previamente que animal deseaba cabalgar y con qué silla y arneses. Ya a punto de salir, el rey le manifestó lo mismo que a los anteriores, es decir, que le era imposible ir, pero que fuera él en su reemplazo, observara la ciudad y luego le contara cuanto creyera conveniente.

Partió el menor de los príncipes con la misma lucida escolta que habían llevado sus hermanos. Observó las calles, los parques, los almacenes, el funcionamiento de las oficinas públicas, los mercados, las escuelas, preguntó por los servicios de agua y luz, se hizo conducir a los barrios más pobres, a los cuarteles, y en éstos ordenó a los soldados hacer maniobras para darse cuenta de la disciplina. Indagó también por qué había tantos mendigos por todas partes y si no existía una institución que los recogiera.
Ya por la noche, regresó al alcázar. Su padre le hizo las mismas preguntas que a sus otros dos hijos sobre la ciudad.

__Con mucho respeto, manifestó él, os diré que me pareció muy mal gobernada y ahora creo que no eres tan buen mandatario como la fama lo anuncia.

El rey se sorprendió, frunció el ceño por un momento y luego con una ligera sonrisa exclamó:

__¿Cómo es eso?

__Yo deseo, padre, explicó él, seáis el mejor monarca de la tierra y para que así ocurra hay que corregir muchas cosas.

__¡Dímelas!

__Las calles, empezó el príncipe, están sucias. ¿Es que no hay un alcalde que las haga barrer?

__Debe ser muy malo el que tengo, murmuró el rey,

__Los parque están descuidados y en vez de ser ejemplo de aseo son de mugre. A los mercados públicos da asco entrar y son focos permanentes de infección. Por otra parte, a los dueños de las casas no se les obliga a enlucir las fachadas. las escuelas son insuficientes. Marchan bien los servicios de agua y luz, pero en los barrios la gente vive sin ninguna higiene. Hacen falta habitaciones limpias y modernas.

Basta hijo interrumpió el rey. En realidad, nadie me había dicho eso anteriormente; cuantos informes recibía eran satisfactorios, Os hago una propuesta o, mejor, os doy una orden. Desde mañana os encargareís de la administración de la ciudad para que corrijaís todas las anomalías por vos anotadas.

El menor de los hermanos se encargo del gobierno municipal y en menos tiempo del que era presumible, subsano las deficiencias. Y, como consecuencia, el rey recibió, ahora sí, merecida fama de gobernante. Y ya en su lecho de muerte lo nombró heredero del trono.

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Si la ensaladica fuera de dulcique

« en L. Lectura 5o. Alvaro Marín»

 La calle ánchica
de San Fernándico
tiene una fuente
de doce cáñigos.


Los doce cáñigos
son de mayólica
para las niñícas
de Zaragócica.


¿En Zaragócica,
qué ha sucédido?
La torre nuévica
se le ha caídico.


Si se ha caídico
que la levántiquen;
dinero tiéniquen
los estudiántiques.


Los estudiántiques
no tienen nádica,
sino los tiésticos
de la ensaládica.

Si la ensaládica
fuera de dúlcique
tendrían dinérico
los andalúciques.

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Seis Hazañas de Hércules

« en L. Lectura 5o. Alvaro Marín»

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I

Los jóvenes de la antigüedad oían relatar la siguiente leyenda:

Hércules era hijo de Júpiter y desde su nacimiento fue la más fantástica encarnación de la fuerza. La diosa Juno le declaró la guerra y envío a dos serpientes para que lo mataran en la cuna, pero la precoz criatura las estranguló con sus propias manos.

Juno no se desalentó por este fracaso sino que, por el contrario, se obstinó más en la persecución de Hércules y logró que lo dejaran al servicio incondicional de Euristeo, para que este semidiós le impusiera los más difíciles y arriesgados trabajos concebibles.

II

Debes ir, le dijo Euristeo a Hércules, (ya convertido en un hombre), al lugar donde habita el rey Gerión, robarle los bueyes que posee y traérmelos.

Después de cruzar varias naciones amigas unas, enemigas otras, llegó por fin Hércules a la frontera del país que dominaba el rey-tirano Gerión; y como se le opusiera una montaña la partió en dos; el mar avanzó. Nació así el Estrecho de Gibraltar. Por esta razón los dos escarpados peñascos, uno en frente del otro, y de acuerdo con la leyenda, se llaman las columnas de Hércules.

Penetró a un país que se supone era España. Los bueyes estaban guardados por el gigante Euritón y su feroz perro de dos cabezas. El héroe mató sin dificultad al gigante y a su perro y se llevó los bueyes. Pero varias jornadas más tarde, a mitad de camino, y ya de regreso a su patria, Caco le robo algunos animales de noche, mientras Hércules dormía. Caco era un gigante descomunal que habitaba en una caverna, en la cima del Monte Aventino y que saqueaba toda la región circunvecina. Era, además, muy astuto. Sus intolerables abusos y la extraordinaria habilidad con que robaba, sin dejarse sorprender nunca, lo habían hecho famoso en todo el mundo.

Para engañar a Hércules del sitio donde había escondido los bueyes los arrastró por detrás, de la cola, en forma de que pareciera que el ganado robado había ido en dirección contraria. Hércules, no obstante, poseer la fuerza física más extraordinaria nunca jamás conocida, habría fracasado si no hubiera sucedido que oyó mugir los animales y así se enteró del lugar donde estaban. Caco pereció a manos de Hércules en combate personal.

A continuación, Hércules reunió pacientemente los bueyes, dispersos en muchos kilómetros a la redonda, y, semanas más tarde, Euristeos los tuvo a su disposición.

III

Poco tiempo después, Euristeo le ordenó a Hércules que matara al león de Nemea que venía asolando esa región.

La hazaña parecía imposible. Todos los esfuerzos realizados hasta entonces habían sido inútiles. Hércules estranguló a la fiera y triunfalmente volvió con ella muerta, a sus espaldas.

Euristeo, no obstante saber que Hércules nunca se rebelaría contra él, por mandato de los dioses, se asustó tanto al verlo que le ordenó que, en lo sucesivo, le diera cuenta de sus peripecias desde fuera de la ciudad. Así lo hizo Hércules posteriormente.

IV

Su cuarta tarea fue eliminar a la Hidra. Tan espantable monstruo devastaba el país de Argos y vivía en un pantano, cerca del pozo de Amimona, del cual se proveían las gentes de agua potable, particularmente en tiempos de sequía. Hércules fue enviado a destruirla.

La Hidra tenía nueve cabezas de las cuales la del medio era inmortal. Hércules le destruyó ocho cabezas con su maza y enterró la última o inmortal, debajo de una enorme roca.

V

Augias, amigo de Euristeo, le pidió a éste que le ayudara a solucionar el siguiente problema: tenía tres mil reses y hacía treinta años que los establos no se limpiaban.

Hércules desvió los ríos Alfeo y Reneo por sobre ellos y los aseó completamente en un día.

VI

A continuación Euristeo, siempre con la idea de que en algunas de las increíbles aventuras que se le encomendaba pereciera Hércules, le ordenó acabar con Anteo.

Anteo era un gigante luchador, invencible mientras tuviera contacto con la tierra de la cual recibía toda su colosal fuerza y aliento. Seguro de esto, Anteo obligaba a cuantos forasteros llegaban allá a pelear con él con la condición de que, si caían vencidos, tal como les sucedía a todos, debían ser ajusticiados. Y para tal efecto había mandado a construir una horca, a la entrada de la población, sobre una pequeña colina y, por consiguiente, visible desde los cuatro puntos cardinales.

Hércules se le enfrentó y al notar que de nada servía derribarlo, pues se volvía a levantar poderoso, resolvió estrangularlo en el aire.

El fin de Hércules fue trágico, como el de la gran mayoría de los héroes. En un ataque de locura mató a su compañero Ifito y fue condenado a convertirse en esclavo de la reina Onfale, después de que los dioses lo privaron de su mitológica fuerza.
Pasado algún tiempo, amargamente arrepentido de haber dado muerte a su amigo, ascendió lentamente a la cúspide de una montaña, levantó una hoguera, entregó su arco y su flecha, regaló la piel del león que siempre usó, se acostó y pidió que le pusieran fuego a leña. Las llamas se extendieron rápidamente y pronto lo consumieron todo.

Así terminó la legendaria vida de Hércules.

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